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Nota sobre el "castillo" de San Pedro

A dos horas de la Caba: Restauraron un icónico edificio con alma de castillo y hoy es una casa de té

A dos horas de la Caba: Restauraron un icónico edificio con alma de castillo y hoy es una casa de té

Los vecinos lo llaman “El castillo”, sus ventanales y su torre parecen una construcción de cuento; fue restaurado y hoy funciona como casa de té en San Pedro, a dos horas de la ciudad.
San Pedro Informa
sábado 11 de nov.
A dos horas de la Caba: Restauraron un icónico edificio con alma de castillo y hoy es una casa de té

La ciudad de San Pedro, ubicada a orillas del río Paraná, a unas dos horas de la ciudad de Buenos Aires, se erige como un destino verdaderamente excepcional. Más allá de su paseo costero, que se extiende por cerca de un kilómetro, esta ciudad se distingue por sus encantadores espacios verdes y por su fascinante casco histórico. En las pocas manzanas que rodean la calle principal, la avenida Mitre, se despliega un conjunto de edificios que invitan a una exploración a pie, y que sin duda merecen una visita tanto por su importancia histórica como por su impresionante arquitectura. Uno de estos tesoros es “El Castillo”, una construcción que inmediatamente evoca la imagen de un palacio señorial, con sus ventanales y una torre que parece sacada de un cuento de hadas.

La historia de esta singular edificación se remonta al final del siglo XIX, cuando un agrónomo francés llamado Henry Garret arribó a San Pedro en 1891 como empleado de una fábrica de alcohol. Tras el cierre de la fábrica, Garret se adentró en la fruticultura, importando y adaptando yemas de árboles frutales de su país a las condiciones locales. Su éxito transformó la industria del durazno en San Pedro, adelantando la temporada de maduración de marzo a noviembre, inspirando a otros locales a unirse a esta próspera empresa. Las ganancias de su negocio le permitieron encargar la construcción de esta impresionante mansión al arquitecto García Pagano. Al estilo Art Nouveau, se trajeron vitrales importados desde Francia para decorar los ventanales, así como otros materiales de alta calidad, y su característica torre le valió el apodo de “El castillo” entre los habitantes de San Pedro.

El resultado final fue una casa de dos niveles con una terraza. En el primer piso, se ubicaron dos habitaciones de dimensiones reducidas, mientras que en la planta baja se dispuso un amplio vestíbulo central, una acogedora sala de estar con chimenea y seis habitaciones, junto a una cocina de tamaño compacto. La construcción se finalizó en 1914 y, posteriormente, en la década de los años 50, la propiedad cambió de manos al ser adquirida por Mariano y Olga Veiga. Luego de estar varios años deshabitada, la edificación se encontraba en un estado de deterioro considerable. Entre 1959 y 1961 se llevaron a cabo varias mejoras y obras de restauración para que “El castillo” volviera a ser un lugar habitable para esta familia. Durante esta etapa, se modernizaron las instalaciones de agua, electricidad y gas en la cocina, se hicieron mejoras en la fachada y se restauraron la torre y los pisos, utilizando materiales disponibles en ese momento.

A lo largo de los años en que la familia Veiga hizo de “El castillo” su hogar, la casa parecía siempre estar habitada. Olga, una querida profesora de San Pedro, solía celebrar las graduaciones de sus alumnos en el espacioso vestíbulo central de la casa. Este mismo lugar también se convirtió en testigo de innumerables bodas de amigos y familiares.

Tras enfrentar la pérdida de su esposo a una edad temprana, Olga optó por permanecer en “El castillo”, incluso después de que sus hijos se independizaran. Dado el gran tamaño de la residencia y su vida en solitario durante mucho tiempo, Olga decidió limitarse a vivir en una parte de la casa. Sus hijos instalaron mirillas en las puertas para permitirle verificar si había algún ruido o algo inusual sin necesidad de abrirlas. Después de su fallecimiento en 2014, la casa quedó nuevamente abandonada, marcando así la segunda vez en su historia que quedaba en desuso.


Cómo fue su segunda remodelación

Afortunadamente, este no fue el fin de “El castillo”. El año pasado, esta joya histórica encontró una nueva vida gracias a Bohemia, una casa de té sampedrina que había estado operando desde 2016 a solo unas cuadras de distancia. Este emprendimiento, liderado por Natalia Tronconi y Agustin Paoloni, enfrentó importantes desafíos cuando en 2021 el dueño del local donde funcionaba Bohemia decidió no renovar el contrato. Esto desencadenó en una búsqueda que duró tres meses, desesperados por encontrar un nuevo lugar. “Mantener la ubicación en el casco histórico, cerca de la costa y lejos del bullicio del centro, se convirtió en una prioridad para conservar la esencia de Bohemia”, cuenta Tronconi, mientras que cerrar se volvía cada vez más la única opción viable.


LA NACIÓN


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28/04/2024 / N° de Edición:20240428

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