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La historia de una familia sampedrins

Un amor prohibido, socialmente condenado y cargado de culpas

Un amor prohibido, socialmente condenado y cargado de culpas

Eugenia Zarlenga y Guillermo Bastia son los protagonistas de esta emotiva historia. ¿Puede un sacerdote enamorarse y casarse? ¿Puede una mujer enamorarse de lo prohibido?
San Pedro Informa
domingo 24 de mar.
Un amor prohibido, socialmente condenado y cargado de culpas

Agustina es la menor de cinco hermanos, oriunda de Pergamino fue a un colegio católico y sus amigas son las mismas desde jardín de infantes. Se fue a estudiar para ser contadora a Buenos Aires pero a los 29 años cansada de vivir en Capital, quería volver a su ciudad natal. Ella tenía un claro deseo: enamorarse, casarse y formar una familia.

Guillermo nació en un pueblo cerca de San Pedro, estuvo de novio el último tiempo del colegio secundario, se fue a estudiar a Santa Fe Capital Ingeniería en Recursos Hídricos, siempre fue un alumno brillante, pero al terminar el primer año dejó a su novia y la facultad porque se dio cuenta de que su vocación iba por otro lado y entró al seminario.


“Era mi guía espiritual”

En el año 2010 ella participaba en la organización de retiros espirituales que se hacían en Pergamino y necesitaban alguien que llevara al sacerdote al retiro, lo esperara y lo volviera a llevar a su parroquia a 80km de ahí. ¿Quién era el sacerdote en cuestión? Sí, adivinaste. Guillermo vivía desde hace 8 años en la parroquia de un barrio carenciado de Pergamino. En ese viaje charlaron sin parar. Agustina le contaba de sus sueños de volver a vivir en Pergamino y formar una familia. Intercambiaron las direcciones de mail y Guillermo pasó a ser el guía espiritual de ella.

verano del 2014 sucedió algo distinto que Agustina lo vivió como un indicio muy grande: un vecino de Pergamino hizo una gran donación de regalos de reyes para los chicos del barrio de la parroquia, Agustina se lo contó a Guillermo y él decidió volver para realizar una bicicleteada por el barrio y repartir los regalos. “A mí me llamó bastante la atención que se haya vuelto porque a su familia la veía prácticamente una vez al año”, admite Agustina.

“Si tengo que poner palabras al final de mi sacerdocio es la desesperanza”, asegura Guillermo. Vivía en una parroquia que tenía una actividad exclusivamente social en un barrio con mucha delincuencia, mucho dolor y droga. La desesperanza llegó por el lado de ver que todo lo que hacían todos no era suficiente. “Eso fue limando mi esperanza y las ganas de seguir entregando mi vida a esa causa”, se sincera.


Al poco tiempo Agustina se quedó embarazada, su sueño de formar una familia se estaba cumpliendo, pero claro que no en la situación que ella siempre imaginó. “No vivíamos juntos, entonces fue toda una revolución terrible para ambos, socialmente fue muy difícil llevarlo adelante, las críticas, las miradas, se publicaron muchas cosas feas de los dos, la gente a la que más le dolió fue la gente con la que compartimos la parroquia y eso fue lo que más me pesó”, admite.


En septiembre consiguió trabajo y se fue a vivir a San Pedro, tuvieron su primera casita juntos y ahí empezaron a conformar la familia. En enero nació su primer hijo y al año Guillermo recibió la aprobación de los papeles de dispensa sacerdotal por medio del Papa. “Es pasar al estado laical, él ya no ejercía más el sacerdocio, y si bien el sacerdocio es un sacramento que tendrá para siempre, la iglesia le da la posibilidad de volver a ser un laico, poder casarse y formar una familia”, explica Agustina. Ya embarazada de su segundo hijo y con la aprobación de la Iglesia Católica, Guillermo y Agustina se casaron el 22 de octubre por Iglesia.


La dispensa es la baja del ministerio, uno sigue siendo sacerdote para siempre, es como el bautismo y la confirmación. Es un cese en el ejercicio del ministerio, es como un profesional que pierde su matrícula o lo dan de baja del colegio de profesionales al que pertenece, eso no te anula lo que vos sabes o los poderes que tenés”, explica Guillermo.


“Y así se fue conformando la familia. Después tuvimos altibajos: perdimos dos embarazos, uno bastante avanzado, pero son situaciones que la vida nos va poniendo, cosas lindas y no tan lindas pero seguimos apostando a la familia cristiana, a la católica, seguimos yendo a misa, nunca dejamos nuestra vida de fe, nuestros hijos van al colegio católico y estamos felices”, concluye Agustina.


Asegura que el 2014 fue el año más difícil de su vida porque sintió mucha vergüenza, mucha culpa, los primeros meses de embarazo fueron puertas adentro porque le daba vergüenza salir a la calle, San Pedro y Pergamino son ciudades chicas y el que dirán le pesaba mucho. Sin embargo, asegura que además de ser su año más difícil fue uno de los más lindos de toda su vida.


Guillermo tenía en claro que no quería volver al sacerdocio, “Di por finalizada esa etapa de mi vida que fue muy feliz, muy linda y plena. Viví muchas cosas, aprendí mucho, tengo el corazón lleno, por eso también pudimos seguir nuestra vida de fe, porque no lo viví como una mala experiencia, fue una etapa muy feliz que se terminó, que sentí que lo que quedaba por dar ya no lo tenía para darlo. Nunca sentí que Dios me dejara de querer ni nada contra Dios, ni contra la Iglesia”, concluye Guillermo.


Quienes creen en Dios aseguran que Dios es amor, y tal vez, esta historia no tenga la flecha de cupido sino la unión por el amor a Dios.


La Nación


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