El reciente vuelco de un micro en la Ruta 2, con un saldo de 15 pasajeros heridos, 2 de ellos de gravedad, vuelve a ser un llamado de atención. Los mal llamados accidentes viales que ocurren a diario, a lo largo y ancho del país, vuelven imperativo insistir en la necesidad de respetar y hacer cumplir las normas de tránsito para reducir el alto índice de víctimas ocasionadas por no acatarlas.
Los siniestros viales en la Argentina (3642 en todo el país en 2023) son una problemática seria que sumó un total de 4362 fallecidos, esto es 12 personas por día, según las estadísticas anuales elaboradas por la Dirección de Estadística Vial del Observatorio de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV).
La mayor cantidad de fallecidos fueron motociclistas, siendo 4 de cada 10 de las víctimas mortales, es decir un 40%. En regiones como en el Noroeste Argentino (NOA) y en el Noreste Argentino (NEA), la mortalidad de los motociclistas aumenta al 58% y 59% del total de las víctimas, respectivamente.
Quienes se trasladaban en auto ocuparon el segundo lugar, con una proporción del 25%, seguidos por los peatones con un 10%. En cuanto al rango de edad, el 38% fueron personas de entre 15 y 34 años. De ellas, el 75% fueron hombres.
La misma estadística señala que el 53% de los accidentes fueron por colisión, el 12% por vuelcos y el 11% por peatones atropellados. El 46% de los hechos viales ocurrieron en rutas y, según la franja horaria, sucedieron casi en porcentajes iguales, tanto de día como de noche.
Fuentes de la agencia afirman que “la siniestralidad vial es un fenómeno multifactorial que puede darse por la imprudencia de los conductores, el mal estado de las vías, la distracción de quienes van al volante y la falta de conocimiento sobre la conducción segura, o bien, por una combinación de todo esto”.
Fácilmente se advierte que los accidentes de tránsito representan un gravísimo problema que demanda intensificar sin demoras las medidas de prevención que van desde aumentar los controles, sancionar duramente a quienes infringen las normas de tránsito e impulsar una educación vial sistemática, hasta la entrega responsable de la licencia de conducir. Corresponde también generar el cambio cultural para desterrar de la concepción social el término “accidente”, dado que estos eventos no ocurren al azar y, muy por el contrario, pueden evitarse.
Por otro lado, la impotencia y frustración que soportan tantas víctimas y familias debido a la impunidad que rodea estos casos requiere una atención especial del sistema de justicia. Si no existe una investigación rigurosa en la que se identifiquen causas y establezcan responsabilidades, para ofrecer una justa respuesta jurídica que satisfaga los derechos de las personas involucradas, difícilmente se obtendrán aprendizajes orientados a eliminar la reiteración de negligencias personales.
Todos los incidentes viales, sean o no mortales, son totalmente prevenibles. Cada día que pasa hay más víctimas y pérdidas que lamentar. Debemos modificar sin demoras esta situación con el compromiso de todos.
Es de esperar que las autoridades y la sociedad en su conjunto tomemos clara conciencia de lo que ocurre en materia de siniestros viales cuando las normas en vigencia no se respetan, los controles y las campañas de educación vial no se sostienen debidamente en el tiempo y las sanciones no se imponen. Desaprensión no es accidente.
LA NACION